LA FUERZA DE LAS INTENCIONES

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Es sabido que detrás de cada conducta existe consciente o inconscientemente una intención que justifica ese proceder, desde la perspectiva del actor. Las intenciones son herramientas para abrir brecha en el sendero de cambio, y también son impulsores para iniciar y completar un propósito o también un cambio.

Para entender el propio proceder y sentirse tranquilo consigo mismo a pesar de lo que esto implique, es necesario y conveniente tener bien clara la razón o motivo que le hace a uno, tomar alguna decisión o actuar de determinada manera, por lo que entender, aceptar, conocer o dejar ir, etc. es clave para justificarse ante algo. El mundo de las intenciones es fundamental para el inicio de un cambio.

Casi sin darse cuenta, operan en nuestro interior un sinnúmero de intenciones ocultas a cada instante. Se apura en algo porque tiene la intención de llegar a tiempo a su cita, aborda a un individuo desconocido porque tiene la intención de obtener cierta información, no compra determinado objeto porque tiene la intención de utilizar ese dinero para otro fin, se esfuerza en hacer una tarea dure lo que dure porque tiene la intención de terminarla o de hacerla correctamente y así evitar problemas, en fin, lo que se hace es un fiel reflejo de lo que se quiere. Por tanto, la mejor forma de saber lo que se está queriendo en la vida, es mediante el análisis de lo que está haciendo.

También existen algunas limitaciones en el esclarecimiento de las intenciones, por ejemplo, se podría tener la intención de ganar amigos, socializar más y sin embargo, se actúa de tal manera que se les aleja. En ese caso, lo que no funciona bien es el método o forma que elige para relacionarse que no le permite materializar sus intenciones. El problema no es de fondo (intención), sino la forma (el método).

Lo que sucede es que al momento de actuar en aras de lograr esa intención, pueden aparecer creencias asociadas que por su estructura son limitantes o negativas y su impacto es el nivel de influencia y potestad sobre la conducta del individuo. Tome en cuenta que detrás de cada conducta que emite, pareciera que hay un espacio en blanco que puede ser llenado por un conjunto de interpretaciones traducidas en palabras conformando un diálogo interno que le induce a actuar de una forma u otra.

El esclarecimiento de intenciones se basa en las conductas que se llevan a cabo para explorar las instrucciones ocultas que influyen ese proceder.

Diane y Reig dicen sobre el reto al cambio, que cuando una persona constantemente no realiza lo que dice, se deteriora paulatinamente su credibilidad y por ende se merma la confianza en sí mismo (afectando así su identidad privada), se vuelve entonces víctima de las circunstancias y obviamente, no obtiene logros consistentes en su vida, y con el tiempo afecta también su identidad pública. Lo que realmente sucede es que siempre hay una relación directa entre la conducta llevada a cabo y cierta intención, aunque en muchas ocasiones ésta se ignore, sin embargo, entre ese enlace aparecen creencias (interpretaciones y juicios) que llegan a influir y moldear el comportamiento llegando a afectar o restringir el resultado deseado.

Freud (citado por Dorsch, 1985) encontró que en algunos casos, las conductas no obtienen el resultado explícitamente perseguido porque el inconsciente termina por salirse con la suya, tal es el caso de asumir conductas inapropiadas como olvidos, errores, omisiones, reclamos, inhibición, sarcasmos; todos ellos se denominan “actos fallidos”.

Saber las intenciones ocultas que descansan detrás de las acciones de un individuo y sobre todo, descubrir el sistema de creencias asociado a dicho comportamiento, permite cambiar la manera de interpretar hechos de forma más propositiva, liberando a su vez a la persona para futuros casos, por lo que le faculta a cambiar su proceder al atreverse a ensayar conductas distintas dirigidas a lograr el resultado deseado.

El esclarecimiento de las intenciones sirve para conocer y comprender el comportamiento de la otra persona, es decir, desde dónde lo hace, o en otras palabras, o qué es lo que le invita a actuar o conducirse de esa forma tan particular y con base en ese conocimiento, da pie a evaluar y decidir si seguir así o si se quiere cambiar. Es sumamente conveniente y provechoso saber cómo es uno ahora para saber qué se quiere cambiar, pues como he dicho como frase de refrigerador: <<tú no puedes cambiar algo en ti, mientras no te des cuenta y no lo aceptes>>, ya que al no darse cuenta de qué es aquello sujeto de cambio, el pensamiento lógico incita a quedarse con la idea de que “yo estoy bien” y se hace caso omiso a todo tipo de retroalimentación, Ahora bien, hay casos en que la persona sí se da cuenta de que su proceder no es el adecuado, pero está reacio a hacer un cambio personal y se escuda en que así es y ni modo.

 

Obviamente es una postura irresponsable, porque con esa actitud, lo que comunica y hace es transferir el problema a los demás en cuanto a soportarle y sobrellevarle por su afán de no querer cambiar.

Sabiendo que detrás de cualquier tipo de comportamiento o conducta hay una intención oculta que la promueve y justifica, en esa toma de conciencia se puede evaluar y es cómo se propicia un auténtico reconocimiento de sí mismo, bajo una honesta observación de los hechos, y sólo desde ese lugar, la persona se presta a generar la suficiente apertura para aceptar la necesidad de un cambio personal y con ello a tener la disposición de probar nuevos comportamientos. Por todo lo anteriormente dicho, cabe plantearse diversas preguntas alrededor del tema: ¿Esa intención es deseable o no? ¿Va con sus valores? ¿A qué valor está asociada determinada conducta y cómo la conecta? ¿Coincide con lo que se desea? ¿Es congruente con lo que se dice? ¿Conviene o no hacerlo? ¿Ese enfoque que sustenta su proceder, es el único?

Si usted quiere comprometerse con la intención de cambiar algo de sí mismo, sépase que el único responsable del proceso y el resultado es usted mismo y nadie más,; en cambio, si lo que quiere es que alguien más cambie, entonces está a merced de: 1) la voluntad de la otra persona en cuanto a que quiera entrar a ese proceso de cambio; 2) esté listo a una posible desilusión ante el hecho de que estará dispuesta a cambiar algo de sí misma pero tal vez no tenga nada que ver con su deseo y al final no cumpla con su expectativa, y 3) tal vez el ritmo que opte tener para su cambio no sea el esperado por usted. Como puede notar, el esperar un cambio en los demás es sumamente fortuito al estar fuera de su control, sin embargo, tratándose de usted mismo, el proceso sí está bajo su control y en la medida que se empeñe en su transformación, en esa medida o mayor va a ser su beneficio.

Científicamente probado mediante la identificación de la intención, se puede generar una alternativa de cambio; una imagen de un estado deseado, con una conexión corporal emocional; un escenario que refleje una nueva realidad, con un futuro donde las cosas se muestran mejor. Esta imagen del futuro es una visualización intencional de lo que se quiere y desea, agregando una programación nueva que nos permita repetir diariamente el estado bio-psicosocial espiritual, la conducta, y lo que se busca. El desafío de lo anterior es que requiere esfuerzo intrapersonal e interpersonal.

La visualización de lo que uno quiere para el futuro es como un faro que guía para llegar al puerto donde se desea atracar, es ese destino a donde se desea llegar, es esa experiencia que se quiere vivir. Sin tener una imagen clara de a dónde se quiere llegar, las probabilidades de no llegar a ninguna parte y fracasar en el intento son altas.

 

Todas las persas inmersas o implicadas en el proceso de cambio, deben ver el faro. Deben estar convencidas de que su salvación y satisfacción dependen de que logren la orientación adecuada para dirigir la nave (sus esfuerzos) hacia la luz (meta), eso se llama enfoque. Para ello es conveniente compartir la visión con los demás involucrados para alinear así también sus voluntades y sumen a dicho proceso, apoyándose también bajo el diseño de un Plan de Acción que marque el rumbo y apegarse a él para asegurarse mediante el apoyo de evidencias que se está en el camino correcto.

La expresión de una intención con base a una visualización clara de lo que se desea lograr o alcanzar, y junto con ello el diseño de un plan de acción dirigido hacia ese fin, son una excelente y poderosa combinación de herramientas para lograr el cambio tanto en las personas mismas como en los grupos.

Realizar un ejercicio de introspección así, sirve para:

  • Identificar claramente lo que se quiere a futuro;
  • Tomar conciencia de la disposición para hacer los cambios personales necesarios para lograrlo;
  • Afirmar su visión del estado deseado, y experimentar la sensación de certidumbre al practicarla, con apoyo de algún sentido sensorial, es decir, ¿cómo me veo habiendo conseguido lo que quiero? ¿Qué escucho alrededor de mi ahora que lo logré? ¿Qué percibo en el ambiente?
  • Darle al proceso una estructura tal que marque el camino, los pasos que hay que dar para llegar a ese resultado deseado y así mantenerse enfocado en la meta y con ello disciplina al actuar en consecuencia.

Por último, cabe señalar que a pesar de que se quiere lograr algo y eso va a implicar un cambio, pueden aparecer factores que interfieran con la intención y estos son los llamados <<prejuicios>>. Los prejuicios se quedan anclados como verdades que regularmente pueden no ser ciertos, pero que modifican las respuestas racionales por lo que llegan a boicotear el propio proceso, desestimulando a la persona a actuar según lo planeado.

Los prejuicios vienen de los paradigmas que cada quien traiga, de sus propios mapas mentales y son tan poderosos que interfieren y se imponen a las intenciones, pues ejercen una fuerte y sólida potestad. Los prejuicios son limitantes por naturaleza y obstaculizan el desarrollo de todo individuo al tener la facultad de distorsionar la realidad o matizar con un toque catastrófico los escenarios asociados a ese futuro deseado.

 

Al darle fuerza a esas líneas de pensamiento, lo único que se provoca es experimentar una sensación de desmotivación en la que todo lo bello e interesante se desvanece de manera intempestiva, afectando la voluntad al llevar al individuo a desistir y abandonar su intención bajo el influjo de la negatividad.

De ahí la importancia de las evidencias de avance, porque cada una de ellas

De ahí la importancia de estar muy atentos en cuanto a identificar la serie de pensamientos que surgen en el momento de expresar una intención de cambio.

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Master Trainer Ricardo Alonso

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