En estos tiempos en que acontecen un sinnúmero de cambios de toda índole y situaciones novedosas, el ser humano se ve obligado a afrontar todas esas condiciones tan distintas a las conocidas que por supuesto le llegan a confrontar, incomodar, y forzar a actuar, llevándole a conectar sus instintos naturales de sobrevivencia, como respuesta primate de subsistencia y es cuando huye o lucha.
Dado que ya estamos en pleno Siglo XXI acompañados de la presencia de la educación y tecnología, una gran cantidad de individuos utiliza la razón a cierto nivel básico que no va más allá de encontrar razones para culpar la acción de otros o justificar las propias en un papel más pasivo o reactivo de víctima, ya que se consideran que han sido injustamente afectados por circunstancias externas fuera de su control y sin tener nada que ver con eso, y es por ello que en ocaciones hay un dejo de sumisión y ajuste, o en otros casos, muestran rebeldía y cólera ante la impotencia y frustración.
Sin embargo, hay que considerar que hay dos escenarios en los que todo ser humano se puede encontrar en esa relación entre los dos mundos, el mundo interno, que es, ese universo de cualidades que nos definen como ser único e irrepetible y el mundo externo, que es, ese universo colmado de características que nos rodea. Esa interacción hace que haya continuos intercambios en los que tanto el ser humano influye e impacta al mundo externo como éste último también hace lo propio con el mundo de significados del individuo. Estos dos escenarios provenientes de las modificaciones que manifiesta la vida del mundo exterior pueden ser: a) todo aquello que acontece y es de naturaleza irremediable a los ojos del hombre, es decir, no hay verdaderamente nada que hacer al respecto para cambiar la situación y, b) todo aquello que acontece y es de naturaleza remediable, en otras palabras, son condiciones que aparecen, pero son susceptibles de cambiarse a través de determinada influencia humana.
Ahora bien, lo más relevante del asunto es la postura que el individuo llega a tomar ante tales casos, aceptación o rechazo. Ante una situación irremediable, ¿puede verdaderamente hacer algo la persona al respecto, si precisamente la situación es IRREMEDIABLE? ¡Sí! y está bajo su control, pues al ser irremediable, lo que le resta al individuo es cambiar su actitud, este cambio sí está bajo su control porque es una decisión personal e implica una total aceptación ante la objetividad de los hechos tal cual se presentan, sin reserva alguna.
Gracias a esa postura, le permite al individuo experimentar una sensación de absoluta paz, estar en armonía a pesar de lo que acontece, ya que no existe un ápice de inconformidad, recelo, molestia para ajustarse a esa nueva realidad, al poder percibir algo positivo o fincar esperanza ante ciertos posibles beneficios en los acontecimientos, donde parece ser que existe un bien implícito que deberá ser descubierto y comprendido por sí mismo. Visto así, como consecuencia trae otros efectos colaterales, pues al estar en paz y armonía, el individuo puede despertar su capacidad de gozo, aprecio y agradecimiento al darse cuenta de lo que sí hay o se tiene, por la forma en que sucedieron los hechos y no haber sido peor. Esto permite a su vez, esa disposición de seguir fluyendo, continuar en el curso de la vida actuando con lo que se tiene previsto o deseado.
Ahora bien, ¿se puede hacer algo si se trata de una situación remediable? ¡Sí, también! Habría que entender primeramente que al decir una situación remediable, no me refiero algo que pudo evitarse, sino todo lo contrario, algo que por alguna causa apareció al margen de si se pudo predecir como evitar o no, simplemente aconteció. Ese hecho de que es REMEDIABLE, invita al individuo a que piense qué puede hacer al respecto para cambiar esa realidad por una mejor, más conveniente y gratificante. Con esto quiero decir, que el hombre siempre tiene la facultad –gracias a su creatividad y voluntad- de generar cambios en su entorno que propicien una nueva realidad más satisfactoria.
Gracias a esa postura, le permite al individuo experimentar una sensación de motivación, estar alegre a pesar de lo que acontece, ya que no existe un ápice de duda, recelo, molestia ante lo que se le presenta, porque en el fondo sabe que puede hacer algo al respecto, de ahí que le surge una total entusaismo, pasión y determinación por lograr ese estado deseado y una animosidad positiva al sentirse retado en su capacidad de respuesta, en hacer uso de sus talentos, en aplicar sus capacidades, en poner a prueba su voluntad de hacer que las cosas sucedan y lograr que ese sueño –cualquiera que éste sea- se convierta en realidad, se materialice, se manifieste. Visto así, eso también trae como consecuencia otros efectos colaterales, pues al estar en el contento y motivación, el individuo puede desarrollar sus virtudes humanas como la paciencia para darle tiempo a las cosas, prudencia para actuar con cautela, perseverancia ante las adversidades, constancia en su afán de lograr lo desado a pesar de avances lentos y retrocesos, humildad para reconocer sus límites de conocimientos y recursos y disciplina al apegarse a un plan de trabajo a lo que considera prioritario e importante y así despertar su pasión por lo que hace y para qué lo hace, es decir, actúa con un propósito profundamente significativo, con sentido.
Hasta ahora hemos visto lo que sucede cuando un individuo acepta todo aquello que tiene la característica de irremediable que le lleva a cambiar su actitud o acepta lo remediable que le invita a actuar en consecuencia para generar una nueva realidad, pero, ¿qué sucede cuando ese individuo no acepta lo acontecido?
En el caso de no aceptar lo IRREMEDIABLE le provoca primeramente desilusión ante una expectativa rota y con ello experimenta un determinado grado de frustración, en función directamente proporcional al tamaño de expectativa, o sea, a mayor expectativa, más grande la desilución, y con ello más fuerte la frustración y más intensa su reacción emocional que puede tener gran dosis de odio, cólera, resentimiento y miedo, pero dadas las circunstancias, a pesar de que el individuo puede llegar a sentir todas esas emociones, con el tiempo se instala en el resentimiento, sensación que llega a envenenar y corroer el alma, pues con el tiempo se erosiona paulatina y progresivamente su animosidad hasta perder todo interés y deseo de continuar esforzándose volviéndose pasivo al grado de llegar a sufrir hasta depresión.
Sin embargo, lo más absurdo, insólito y aberrante es caer en el otro caso, el de no aceptar lo REMEDIABLE, es decir, no reconocer que los sucesos, eventos, situaciones o circunstancias por más indeseables que pudieran ser, resultan ser sujetas de cambio y nada más se requiere actuar en consecuencia hacia un escenario atractivo, pero no, ante la negación, en cambio, la gente se paraliza, detiene, estanca, enquista en eso indeseable y todo por interpretar las cosas bajo un marco mental netamente limitante, bajo un observador con un espectro sumamente reducido donde no percibe alternativas de solución, quedando la persona ante tal ceguera confinada y atrapada a perpetuidad en una profunda sensación de resignación y conformismo. ¡Esto sí es dramático y trágico!
Un ente proactivo, muestra esa disposición a actuar, no esperar a ver qué pasa, no quedarse en una postura de queja o lamentación, sino todo lo contrario, se predispone a buscar nuevas oportunidades y condiciones más gratificantes. Está inclinada a resolver problemas. Hay una franca disposición a actuar de forma diferente en función de cómo deban hacerlo.
1.Tener la suficiente claridad del propósito de ser proactivo para así disponerse y esforzarse a serlo a pesar de toda provocación. 2.Tener una visión clara y positiva de lo que se desea obtener o lograr en el trabajo y la vida |
3.Gozar de una confianza robusta de sí mismo que le permita creer positivamente en las propias ideas, criterio y habilidades para afrontar lo desconocido con plena seguridad de salir avante. 4.Contar con un enfoque a soluciones para hacer que las cosas sucedan. 5.Evitar estancarse en el problema como de alimentar y darle fuerza a todos aquellos pensamientos catastróficos. |
6.Desarrollar habilidades de comunicación asertiva. 7.Buscar gente proactiva que sirvan de modelo a emular y dedicarse a observar cómo lo hacen los demás. |
8.Pensar en las consecuencias que puedan derivarse de no actuar de inmediato para corregir lo sucedido. 9.Detenerse ante los acontecimientos, ver las cosas con la mayor objetividad posibles (avocarse a los hechos y evitar interpretaciones o suposiciones) y de esa manera controlar reacciones impulsivas. 10.Hacer actos de conciencia e introspección que ayuden a no engancharse y optar en hacer uso de la libertad interior de que todos gozamos para elegir una respuesta distinta a la instintiva o condicionada. |
Convertirse en una persona proactiva requiere un esfuerzo deliberado, ante la intención de sobreponerse por convicción a una serie de estímulos surgidos del mundo exterior que llegan a afectar, implica romper en conciencia con viejos hábitos y patrones mentales y conativos ya muy enquistados y aprendidos por años, de tener el valor suficiente de salirse de la zona de conformidad para afrontar la incertidumbre de lo novedoso y atreverse a resolver convirtiéndose de esa manera en un agente de cambio.
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Por Master Coach Conrado. Carlos Alonso Izaguirre