Mi propia experiencia, tanto personal como profesional me ha demostrado que
valorarse y estimarse a sí mismo son dos actos estrechamente ligados. La valía
personal la podemos entender como aquella sensación o sentimiento de ser una
buena persona y merecedora de ser tratada con aprecio y respeto. Es decir, sin
importar su actuar, estatus, logros, cualidades y atributos, el individuo se
reconoce a sí mismo que tiene un valor intrínseco simplemente por ser y existir.
Esto no significa caer en petulancia, prepotencia, narcicismo, vanidad, soberbia,
sino es un honesto reconocimiento de simplemente ser tal y como se es,
consciente de sus particulares atributos, talentos, capacidades que le caracteriza
y posiblemente distingue aunando a ese sinnúmero de logros personales
acumulados con los años en cualquier dimensión de vida.
¿Para qué nos sirve valorarnos? La valía está asociada a esa sincera y auténtica
sensación de valor, de aprecio a su persona producto de tener una percepción
positiva de sí mismo, que, a su vez, invita a sentirse merecedor de lo bueno,
positivo, constructivo, gratificante que llega a dignificar la propia existencia, libre
de juicios y críticas como opiniones de los demás, pues parte de un enfoque
exclusivamente personal.
Cabe señalar que en nuestra sociedad se nos enseña a pensar que para ser
alguien importante pareciera que hay que hacer algo asombroso, relevante,
único, que nos permita distinguirnos de los demás, convirtiéndonos en esos
personajes aclamados por la multitud, reconocidos por algo específico o por
contar con una trayectoria asombrosa, representando éxito, prestigio, fama,
riqueza, valores muy propios de la sociedad, desvirtuando así el verdadero valor
como ser humano.
Para ser alguien importante, sólo tienes que ser tú mismo, pues el único enfoque
que debe prevalecer es el de uno mismo y evitar caer en la trampa de buscar la
aprobación, reconocimiento, distinción de los demás y de estarse comparando
continuamente en el ánimo de cumplir expectativas sociales. Cada uno de
nosotros es un ser humano único e irrepetible. En toda la historia de la
humanidad no ha existido nadie idéntico a ti, ni volverá a aparecer alguien igual.
El tener una forma exclusiva de pensar, sentir, actuar en el mundo te pertenece
a ti. Este simple hecho nos incita a considerarnos valiosos e importantes.2
Pero, querer ser uno mismo, y ser diferente a los demás, ¿a dónde nos lleva?
¿Qué normalmente sucede? ¿Qué pasa cuando no respondemos a un patrón
generalizado? ¿Cómo nos sentimos ante los demás por ser o actuar distinto?
Muchas veces, por el hecho de no responder a la forma en que la mayoría de la
gente responde o espera que respondamos pareciera que fallamos ante los ojos
de los demás. Ese permanente mensaje de ser y actuar siguiendo los cánones,
reglas o normas para ser un individuo bien ajustado a la sociedad, hace que
olvidemos que somos únicos, originales, distintos, y cuando eso pasa, nos
llegamos a sentir apenados, avergonzados, sin atractivo alguno, incapaces de
inspirar, carentes de admiración, inseguros, sin atractivo alguno, dado que
tenemos esa sensación de que no encajamos.
Lo curioso es que no importa cómo nos vean los demás, por dentro nos sentimos
insatisfechos, frustrados, inadaptados, culpables o malos. Todo esto se debe al
no contar con una reserva interna de valores y aprecio por nosotros mismos que
nos permita afrontar la tormenta en que nos encontramos. No estamos claros
de nuestro propio valor como para poder aceptar la responsabilidad de nuestra
propia existencia, la capacidad de procurarnos, atendernos, consentirnos a sí
mismos como muestra de aprecio propio y por ende de aquello con lo que
contribuimos a nuestros problemas, de ahí la permanente e incesante necesidad
de aprobación y reconocimiento de los demás.
Cuando las cosas no ocurren como deseamos, en lugar de ayudarnos, de ser
gentiles y beligerantes con nosotros mismos, en la mayoría de las veces de
inmediato nos juzgamos, descalificamos y escarbamos en nuestro archivo
general para sacar todo aquello que nos ha sucedido malo como evidencia para
confirmar todas aquellas creencias y juicios que pensamos que está mal en
nosotros. Tener una larga lista de fallas, como ser socialmente tímidos, ser
desatinados en las reuniones, ser torpes en algunas actividades, ser
inoportunos, no ser merecedores por ser malos o ser simples, ser temerosos,
ser callados, ser desorganizados, ser impulsivos, ser impuntuales, etc. nos hace
sentir inadaptados, deficientes y por tanto desmerecedores. Esto mismo hace
que veamos que al interactuar con los demás, éstos nos hacen grandes favores
al escucharnos, atender nuestras demandas, solicitudes, necesidades,
compensaciones, y de paso, tolerarnos, reconocernos, considerarnos,
aceptarnos, tomarnos en cuenta, porque en el fondo sentimos que no somos
dignos de eso, sino es un gesto de amabilidad de los otros.
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Bajo esa postura, muchas veces mostramos conductas ya bien aprendidas en
sociedad, porque solitos ante una reunión optamos por tomar los últimos
lugares, por servir siempre a los demás, conformarnos con lo que nos ofrecen a
pesar de sentirnos inconformes, de callar y no defender algún derecho
atropellado, de ser mezquinos con nosotros mismos y paradójicamente
espléndidos con los demás, de complacer a los otros a costa de nuestros gustos
o deseos. Nos volvemos muy sensibles ante la desilusión sobre el
comportamiento de los que nos rodean al no responder de acuerdo a nuestras
expectativas y de ahí el hábito de culparles, haciéndoles responsables de lo que
nos duele o incomoda y no asumir responsabilidad ninguna ni al menos hablarlo.
En fin, muchas personas falsamente creen que no se pueden apreciar a sí
mismas porque no han tenido suficientes logros para merecerlo. Piensan que
para poderse valorar deben primeramente hacer algo importante o valioso. Sin
embargo, en muchos casos, a pesar de alcanzar ciertas metas no se dan los
resultados deseados. En pocas palabras, nunca es suficiente -no a los ojos de
los demás, sino desde nuestra mirada interior- por lo que necesitan hacer más
y más cosas para llenar el costal de su percepción interna y vaciar esa sensación
de incompetencia o desmerecimiento. Ven cada logro como algo que sólo
aumentan las expectativas de los demás respecto de ellas lo cual las expone a
una caída cada vez más grande cuando su inseguridad sea revelada.
La autoestima sólo puede surgir del interior del propio individuo, del propio
concepto de sí mismo, de su genuina y noble aceptación – sin dejar de reconocer
tanto lo bueno como lo malo, lo luminoso como obscuro – de la aprobación de
su comportamiento –acertado o erróneo, con logros y fracasos – como del
respeto a su persona – honesto reconocimiento y consideración a sus emociones
y sentimientos, auténtico sentido de dignidad en la defensa a sus derechos como
ser humano ante los demás y por ende de su capacidad de poner límites y así
evitar toda clase de abusos –
. El apreciarse y amarse a sí mismo es todo un
proceso que requiere compromiso, paciencia, constancia, persistencia y
determinación. Es con el ejercicio de toda una serie de acciones intencionadas a
nuestro favor a través del tiempo como se logra. ¿Por qué así? Pues la sociedad
nos educa para atraer, dar, complacer y agradar a los demás en menoscabo de
nosotros mismos, más que valorarnos como seres humanos completos e
individualizarnos, es una fórmula en la que sutilmente aprendemos a anularnos,
a no vernos a nosotros mismos, alienarnos por cuenta propia y por ende a
“desaparecer del mapa”, porque los que valen son los otros y no yo.
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Obtener la percepción de valía personal partiendo de la aprobación de los otros,
más que generarla dentro de uno mismo, genera la co-dependencia, ya sea,
dentro del ámbito familiar ante la continua búsqueda de aceptación y aprobación
de la pareja, como en el ámbito laboral ante la incesante necesidad de
reconocimiento de los jefes y colaboradores para sentirnos útiles, valiosos e
importantes. Eso señores, no es libertad, es dependencia. Sí, estamos libres de
reaccionar, pero no libres para actuar. Conducirse a diario así, muestra que los
individuos por lo general no están conscientes de que anímicamente se están
minando constantemente a sí mismos y erosionando lentamente su autoestima.
Nuestro crítico interno es la parte de nosotros que siempre nos dice lo que
debíamos o pudimos haber hecho … Siempre anda comparándonos y nos refiere
con aquellas otras personas que son mejores y más afortunadas que nosotros,
de esta manera nos refriega que somos inferiores, incapaces, desdeñables, de
ahí la sensación de todavía no calificar para ser dignos de algo mejor. Nos
enfrascamos en una lucha incesante y agotadora por demostrar que sí somos
capaces y valiosos para luego aparezca de nueva cuenta esa voz que nos dice
una y otra vez que por mucho que nos esforcemos nunca lo lograremos porque
carecemos de capacidad o talento y el éxito es para otras personas, no para
nosotros. Siendo objetivos y justos, debemos reconocer que todos, sí todos,
tenemos fortalezas y debilidades, pues nadie es pieza terminada, y al tener
partes vulnerables, es normal sentimos particularmente inseguros, incómodos o
insatisfechos. Ahí estriban nuestras áreas de mejora, áreas de oportunidad para
propiciar una transformación que nos conduzca a una mejor versión de sí
mismos.
La autoestima sólo puede desarrollarse si conviertes este censor interno en un
guardián afable, amoroso, condescendiente y estimulante. Es importante
desaprender de ser crítico, rígido, exigente, drástico y aprender a ser más gentil,
flexible, tolerante, afable, aceptante, paciente y sobretodo comprensivo y
compasivo contigo mismo, pues eres una persona en continuo proceso de
crecimiento, donde se presentan avances y retrocesos. Cuando te valoras, te
procuras lo que necesitas, te complaces en cuanto a lo que deseas para sentirte
bien contigo mismo, y sentirte así, significa percibirte gratificado, seguro, capaz,
valioso, digno, merecedor y en paz, pues te encuentras en total equilibrio,
tranquilo, hecho que te permite gozar todo lo que te rodea, como se presenten
las personas, cosas o condiciones, creas condiciones para crecer, experimentar
y disfrutar. Entonces, te valorarás por lo que eres y no por lo que haces ni logras.
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Ésta es la magia de la autoestima, mientras mejor te sientas contigo, menos
tendrás que demostrar tu valía ante los demás, dejarás de compararte, dejarás
de competir, dejarás de criticar, dejarás de sacrificarte, dejarás de humillarte y
por tanto, tendrás más energía para fijarte metas, te volverás más creativo,
tendrás un carácter más afable pero firme, te volverás más proactivo, te
volverás más autónomo y te divertirás más al sentirte cada vez mejor contigo
mismo. Recuerda mis palabras, <<el éxito es ser feliz primero contigo mismo
y luego con la vida>>. Para ello es recomendable que pongas los valores
sociales como la riqueza, fama, prestigio social, logros, poder y demás, en un
plano secundario, pues considera que todos ellos adquieren relevancia cuando
están integrados en una percepción positiva y global de ti mismo, pues la clave
es el EQUILIBRIO, el BALANCE.
De esta manera, es así como caes a un círculo virtuoso, a lo que yo le llamo el
<<Círculo de la Auto-Realización>>, dentro del cual el hecho de valorarse a sí
mismo, conduce a aumentar la autoestima y la esperanza, lo cual te hace sentir
seguro e importante, eso te impulsa a aspirar cosas buenas, sanas y agradables
y, en consecuencia, a realizar esfuerzos positivos con un enfoque al logro, por
lo que conseguir lo que te propones y tener logros te va conduciendo a una
senda de honesto orgullo de ti mismo y eso a su vez, te lleva a sentirte bien,
digno y a gusto, sentirte triunfador, lo cual eso produce a la vez, mayor confianza
de ti mismo y valoración despertando tu espíritu de ambición y superación como
de profundo aprecio por todo lo que te rodea, escalando un nivel de sincero
agradecimiento a la vida., te sientes realmente privilegiado y de esa manera
llegas a percibir todo como bendiciones y es cuando verdaderamente entras a
una auténtica espiritualidad, libre de dogmas y rituales, pero llena de
sensaciones y experiencias.
Cristo no se equivocó al decir <<ama a tu prójimo como a ti mismo>>, porque
el punto de referencia y partida para amar todo lo que nos rodea tal y como es
parte de aprender a amarnos a nosotros mismos y esto es un proceso. Primero,
es necesario conocerse a sí mismo, pues está comprobado que yo no puedo
amar algo o a alguien mientras no le conozca, necesito compenetrarme en ello.
De ahí es como vamos construyendo un concepto de esa persona para luego
evaluarla en cuánto a qué me gusta y qué no me gusta y de acuerdo a esa
evaluación aceptarla o rechazarla haciendo uso de nuestra capacidad de
selección. Una vez aceptada, con el trato y tiempo aprende uno a apreciarle,
valorarle ante sus atributos y finalmente surge el encanto del enamoramiento.6
Así es como surge el amor a alguien y así. De esa misma manera es el proceso
de aprender a amarnos a nosotros mismos, tal y como somos, porque hemos
aprendido a vernos con gentileza, compasión, conmiseración, ternura,
objetividad y honestidad, dado que vemos tanto nuestras virtudes como defectos
y así nos aceptamos y erguimos ante la vida, sin renunciar a realizar cambios
de todo aquello que nos pueda ser mejor todavía.
¿Qué te ayuda a mejorar tu valía personal? Llevar a cabo una metodología que
te facilite cambiar esa percepción pobre y negativa de ti mismo por una más
objetiva, realista y positiva en favor de tu ser, y para ello te sugiero llevar a
cabo ciertos pasos, los cuales menciono a continuación:
1. Empezar por hacer una lista de capacidades, talentos, habilidades que tienes,
desarrolladas o en potencia, son recursos valiosos que ahí están y te definen, así
como la serie de logros acumulados a lo largo de tu vida, “grandes” y “chicos”
.
2. Promueve diálogos internos positivos, afables, donde te reconozcas a ti mismo
en todos los aspectos, no sobre lo que haces, pero sí, lo que hagas bien, úsalo
como pretexto para reconocer y apreciar esos recursos personales internos que
en algún momento dado has descubierto, desarrollado y tienes que te llevaron o
han llevado a conseguir tanto.
3. Elimina el hábito de criticarte ante cualquier error, simplemente, reconoce el
yerro y corrige, como date el tiempo de rescatar los aprendizajes de lo que
ocasionó la falencia y no funcionó como la manera de corregir y sí funcionó.
4. Ante determinada reacción por alguna posible sensación de ofensa, date el
tiempo de indagar y descubrir a qué necesidad psicológica está asociado el hecho
desafortunado que te hizo sentir mal, y de ahí descubre en tu historial cómo es
que surgió esa necesidad para que ahora, de adulto, la manejes y te liberes.
5. Reconoce y valida tus emociones y sentimientos. No los justifiques, niegues,
evadas, encubras, sólo acéptalos, pues por algo están ahí, su aparición qué te
comunica. Esas emociones son netamente tuyas, son de las partes más
auténticas que tienes. ¡Valídalas!
6. Identifica o indaga la serie de derechos a los que eres acreedor por ser
simplemente una persona y aprende a defenderlos tanto para ti como hacia los
demás con total determinación, pues eso es lo que te dignifica como ser humano.
7. Agradécete todo lo que logras, te proporcionas, de igual manera agradece todo
lo que recibes y de que gozas.
De esta manera cada vez te vas a sentir más seguro y valioso de ti mismo,
porque al ir obteniendo avances y logros, esas experiencias incidirán en la
edificación de tu autoestima y con ello el aprecio de tu condición de vida y de la
propia existencia, apreciarás a todos los que te rodean, te caigan bien o mal,
apreciarás más tus propiedades, objetos y utensilios, apreciarás tu profesión, tu
trabajo como a la empresa en la que laboras, apreciarás más a tu casa y todo lo
que la contiene, apreciarás más tu ciudad a pesar de sus inconvenientes,
apreciarás más a tu país en cuanto a su historia, sus edificios, sus paisajes, sus
platillos, su cultura, su comida, sus habitantes, y en sí, verdaderamente
apreciarás este regalo que es la vida en sí misma.
Por favor, toma nota de cómo te sientes después de cada tarea realizada y
escribe la lista de aprendizajes y autodescubrimientos, no caigas en el error de
pasar todo por alto, de dar todo por sentado. Has continuamente pausas para
recapitular, pensar, reflexionar, aprender y aplicar.
Por Master Coach Conrado Carlos Alonso Izaguirre