LA FORTALEZA COMO VIRTUD HUMANA

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Es muy sabido y comprobado que la vida no es fácil, hay que aprender a fluir en ella y necesario saber sortear y sobreponerse a los obstáculos, adversidades, limitantes, carencias o pérdidas que hacen que nuestro andar se vuelva en ocasiones arduo, difícil y hasta doloroso, para lo cual se requiere contar con un carácter fuerte capaz de soporte el rigor al que se pueda estar expuesto ante el deseo de lograr algo.

Por tanto, cabe preguntarse, ¿cuál es ese recurso que hace que los individuos tengan la capacidad de sobreponerse a las dificultades, caídas, fracasos, frustraciones, decepciones, injusticias, traiciones, o experiencias sumamente dolorosas y hasta traumáticas y demás condiciones negativas? ¿Cómo lograr tener la capacidad de recuperarse después de algo así y seguir luchando? ¿Cómo hacerle para resistir y resistir ante tanto embate y no claudicar a ese propósito?

Para eso, se requiere cultivar una virtud humana, sumamente importante para superar todas aquellas dificultades y situaciones dolorosas que se presentan involuntariamente a lo largo de la vida, y ésta es la <<fortaleza>>, una cualidad que está asociada al dominio de la voluntad.

Veamos primeramente qué se entiende por <<fortaleza>> y para ello me ayudaré del diccionario Oxford, el cual menciona que hay dos aseveraciones para definir este término, la primera, más enfocada a lo material y la segunda, dirigida a lo humano, sin embargo, ambas comparten ciertos rasgos:

  1. Capacidad de una cosa para sostener, soportar o resistir algo;
  2. Capacidad moral de una persona para resistir, soportar, aguantar y sobrellevar sufrimientos o penalidades.

Si esto es así, entiéndase que esta cualidad o característica apuntala el carácter que hace que la gente se sobreponga ante algo que le ha afectado y aun así, siga adelante en sus propios afanes a pesar de las circunstancias.

La fortaleza es muy diferente al término de <<fortalezas>>: ya que éstas son consideradas como aquellos rasgos que nos hacen destacar, nuestros puntos fuertes, habilidades llevadas a nivel de destreza o talentos innatos y desarrollados a un máximo de expresión y con base en ello, es el medio para obtener logros y distinciones. Pero la fortaleza no es en sí una capacidad ni habilidad, es una cualidad denominada <<virtud>> que enriquece la voluntad de todo individuo y como consecuencia su actuar a los ojos de los demás.

Entonces, la fortaleza es la virtud que nos impulsa a vencer el temor a lo desconocido como el dolor a lo perdido o experimentado. En otras palabras, se puede decir que significa fuerza, entereza y firmeza de ánimo. Ésta nos ayuda a proseguir y vencer los obstáculos, obviamente con ayuda de la inteligencia y la voluntad personal, o también tiene que ver con tener la facultad de derrotar los miedos o las penas que impiden dar a nuestra vida su verdadero sentido.

No todos los seres humanos poseen esta virtud, pero quienes la contemplan demuestran firmeza en las dificultades que se van presentando a lo largo de la vida con la intención por buscar el bien. Así mismo, son capaces de afrontar los problemas con valentía sin dejar a un lado la razón que le permite obrar bajo ciertos principios.

Así como se educa la inteligencia a través de fomentar capacidades asociadas al dominio cognitivo, también se debe educar la voluntad mediante el desarrollo de virtudes humanas asociadas al terreno del carácter. Sí, a esa cualidad que define al individuo como persona y determina su actuar con pasos firmes ante un gran número de circunstancias diarias a pesar de lo desconocido o complejidad de las situaciones, de los errores o tropiezos ante la serie de vicisitudes, del cansancio que provoca lo pesado de las tareas o tanto del dolor como del sufrimiento experimentado ante alguna pérdida significativa.

Dadas la serie de dificultades a las que muchas veces puede estar expuesto el hombre o la mujer ante tanto cambio, éstos deben aprender a afrontar tanto las consecuencias de sus malas decisiones como las de otros con los cuales están implicados, como también, ante aquellas situaciones que impone la vida misma y en las que no se tiene control, y que llegan a presentarse en la mayoría de los casos por una diversidad de infortunios a edades muy jóvenes y ya de manera regular o “normal” en edad adulta, por lo que cabe preguntarse, ¿Cómo se obtiene la fortaleza?

La fortaleza como otras virtudes se educan como ya se dijo anteriormente, y en este caso es mediante la promoción de la cultura del esfuerzo, al poner en condiciones a la persona desde pequeña a enfrentar condiciones que exijan cierto grado de rigor, es decir, obligarle a que se esfuerce –si es posible- más allá de sus propias fuerzas, a no sobreprotegerle ni consentirle en cuanto a resolverle sus propios problemas, a hacerse cargo de sus propios asuntos, a no acarrear las cargas que le corresponden, a ponerlo en condiciones de comodidad  o propiciarle la satisfacción inmediata por caprichos.

Pero si ya es adulto y no tiene el temple de carácter o la voluntad forjada, entonces, se puede ver dos casos, lidiar con una persona voluntariosa y caprichuda o dependiente y comodina y para ambos casos, hay varios pasos a seguir que a continuación menciono:

1° Tomar conciencia de sí mismo e identificar el estado anímico y qué lo produce;

2° Observar cómo se reacciona ante situaciones difíciles;

3° Identificar qué tanto está uno familiarizado o identificado a condiciones de comodidad y protección;

4° Renunciar a estar en la zona de confort (comodidad o conformidad) y a evitar condiciones de protección y dependencia;

5° Romper con los hábitos de dilación o comodidad al buscar el camino fácil, soluciones sencillas o delegar la responsabilidad en otras personas;

6° Tomar nota de la serie de pensamientos catastróficos y negativos generados por la mente;

7° Hacer un esfuerzo en recordar aquello verdaderamente importante, valioso, significativo que precisamente eso le dé sentido a la vida y coraje para luchar;

8° Basado en el punto anterior, pensar bajo algún enfoque nuevo y positivo;

9° Ante la incertidumbre, esfuerzo y hasta sacrificio, tener paciencia y crear un sistema de apoyo de personas en quienes confiar par que en los momentos de debilidad, ellos nos impulsen de nueva cuenta;

10° Hacer a un lado la soberbia y ser humilde al permitir la ayuda de otros;

11° Evitar la autocompasión, esa postura de víctima que tanto daño hace;

12° Creer firmemente en las capacidades, criterio, habilidades y conocimientos propios para actuar en consecuencia.

Con todo esto, a veces no es suficiente, se requiere elevarse a un nivel más poderoso, y es acudir a la promoción de la fortaleza espiritual, la cual se puede entender como aquella reserva de valentía que cada ser humano tiene dentro de su ser y emerge gracias a la influencia y relación con una deidad, pues ella ayuda a creer y por ende a seguir adelante; sobre todo en los momentos más difíciles.

Para los judíos y católicos, el Señor (Dios, Jehová) y para los Cristianos (Cristo Jesús) es sinónimo de fortaleza, confianza; es por ello, que ante situaciones difíciles y complejas, acuden a él para solicitarle por medio de plegarias y ritos ayuda, protección, fuerza para luchar, y seguir adelante ante la problemática existente.

La palabra <<fortaleza>< se encuentra en la biblia, libro sagrado (sólo Antiguo Testamento) y a continuación hago mención:

  • Salmo 23: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”.
  • Salmo 18. “Yo te amo, Señor, mi fuerza. El Señor es mi roca, mi fortaleza, y mi libertador. ¡Oh mi Dios, roca en que me refugio, mi escudo, mi fuerza y mi salvación!
  • Éxodo 15:2: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios y lo alabaré. Dios de mi padre y lo enalteceré”.
  • Isaías 25:4 “Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesterioso en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como turbión contra el muro”.

Como se podrá apreciar, las creencias de corte religioso tienen un gran poder de influencia en los individuos, al generar en ellos una sensación de esperanza y si se suma la fe, hay un dejo de total convicción asociada a cierta emocionalidad ad hoc cuya energía va a propiciar que actúen en consecuencia con gran fortaleza y determinación para enfrentar lo que sea.

Según la doctrina de Santo Tomás, la virtud de la fortaleza se encuentra en el hombre:

  • que está dispuesto a aggredi pericula, a afrontar los peligros;

— que está dispuesto a sustinere mala, o sea, a soportar las adversidades por una causa justa, por la verdad, la justicia, etc.

La virtud de la fortaleza requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo. Porque el hombre teme por naturaleza espontáneamente el peligro, los disgustos y sufrimientos.

Pero no sólo en los campos de batalla hay que buscar hombres valientes, sino en las salas de los hospitales, en la casa con la familia ante un desempleo, ante  o en el lecho del dolor, ante el temor de enfrentar con responsabilidad graves consecuencias por decisiones incorrectas o comportamientos vergonzosos, en los negocios frente al hecho de asumir pérdidas, ante el hecho de verse afectados y despojados por desastres naturales, hombres tales que podían encontrarse a menudo en campos de concentración, en lugares de deportación con el corazón roto ante la desesperanza y pobreza y en fin, ante un sinnúmero de casos que exigen entereza, actitud proactiva, coraje, porque la vida continúa.

El miedo quita a veces el coraje cívico a hombres que viven en clima de amenaza, opresión o persecución y los hace sumisos y esclavos. Así, pues, tienen valentía especial los hombres que son capaces de traspasar la llamada barrera del miedo, a fin de rendir testimonio de la verdad y la justicia. Para llegar a tal fortaleza el hombre debe “superar” en cierta manera los propios límites y “sobreponerse” a sí mismo, corriendo el riesgo de encontrarse en situación ignota, el riesgo de ser mal visto, el riesgo de exponerse a consecuencias desagradables, el riesgo de ser sujeto de injurias, degradaciones, el riesgo de experimentar pérdidas materiales y hasta llegar a prisión o el riesgo de sufrir persecuciones y torturas. Para alcanzar tal fortaleza, el hombre debe estar sostenido por un gran amor a la verdad, a una identificación con sus valores o ideales y al bien a que se entrega. La virtud de la fortaleza camina al mismo paso que el espíritu de sacrificio, pues está dispuesto a pagar el precio que sea con tal de luchar y lograr sus más altos y sublimes propósitos.

Sea como sea, finalmente podemos concluir que el carácter como la fortaleza son educables ya que se apoyan en la influencia que ejercen la voluntad, los hábitos, las creencias y valores, los sentimientos y la cultura emanada en casa como la experiencia propia. Es el resultado de la educación, vivencias, interacciones y el contexto donde se desarrolla. No se nace con ellos, se adquieren, ya que tiene un origen cultural. Por tanto, una persona sin fortaleza queda de alguna forma discapacitada para afrontar los retos que impone la vida, se llega a sentir vulnerable ante tantas cosas y situaciones consideradas como amenaza. Bajo esa condición de debilidad, para él o ella le será difícil o hasta imposible vivir plenamente, ya que se limitará de muchas cosas y se someterá a otras por temor debido a su inseguridad, debilidad y falta de carácter.

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Master Coach Conrado Carlos Alonso Izaguirre

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